¿Qué debemos pensar del nuevo Catecismo?

Esta cuestión ilustra las diferencias fundamentales entre la Fraternidad Sacerdotal San Pío X y los “tradicionalistas” conciliares, o conservadores. A éstos se les ve a menudo defendiendo la Misa latina y este Nuevo Catecismo, pero no atacando abiertamente la Nueva Misa ni el Concilio Vaticano II, mientras que la Fraternidad San Pío X defiende los catecismos tradicionales y por tanto la misa antigua, y también ataca el Novus Ordo, el Concilio Vaticano II y el Nuevo Catecismo, todos los cuales en mayor o menor medida minan nuestra fe católica inmutable.

Los conservadores defienden el Catecismo de la Iglesia Católica por su reafirmación de enseñanzas silenciadas o negadas por los catecismos francamente modernistas; la Fraternidad San Pío X lo rechaza porque es un intento de formalizar y propagar las enseñanzas del Vaticano II. El Papa Juan Pablo II confirma esta idea:

también [además del nuevo Código de Derecho Canónico] el catecismo era indispensable para que toda la riqueza del magisterio de la Iglesia, después del Concilio Vaticano II, pudiese recibir una nueva síntesis y, en cierto sentido, una nueva orientación".

Basta con considerar las 806 citas del Vaticano II, que supone una media de una cita por cada tres epígrafes y medio de los 2.865 de que consta el Catecismo.

En particular, las novedades del Vaticano II aparecen en los siguientes epígrafes: obsesión con la dignidad del hombre (225, 369, 1700, 1929, etc.), de modo tal que debemos esperar la salvación de todos los bautizados (1682 y ss.), incluso de los no católicos (818) o de los suicidas (2283), y de todos los no bautizados, adultos (847) o niños (1261), hasta el punto de ser la base de todos los derechos (1738, 1930, 1935), incluyendo el de la libertad religiosa (2106 y ss.), y ser motivo de toda moralidad (1706, 1881, 2354, 2402, 2407, etc.); entrega al ecumenismo (820 y ss., 1399, 1401), porque todas las religiones son instrumentos de salvación (819, 838-843, 2104); colegialidad (879-885); énfasis exagerado en el sacerdocio de los laicos (873, 1547, 1140 y ss.), etc.

Ahora bien, así como quien niega un sólo artículo de la fe pierde la fe, así también una autoridad magisterial que yerra en un punto se demuestra a sí misma como falible y hace cuestionables todas sus enseñanzas. Así como el Concilio Vaticano II no puede citarse como autoridad ni siquiera cuando propone la enseñanza católica (porque ésta no se reconoce como tal por la autoridad de este Concilio, que también enseñó falsedades, sino por la de sus predecesores), así tampoco constituye este catecismo una autoridad para el católico, a causa de las desviaciones modernas que lo acompañan. Quienes defienden este catecismo apoyan las innovaciones del Vaticano II.

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